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¿Qué pasa con los niños cuando los padres son negligentes, abusadores o maltratadores?

 

Son demasiadas las veces que vemos en las noticias familias desestructuradas donde pueden coexistir negligencia, maltrato o abuso infantil. Sin embargo sería injusto afirmar que estas situaciones solo se dan en familias en riesgo social. El maltrato, el abuso y la negligencia existe en todos los estrato de la sociedad. Pero lo que nos importa aquí es lo siguiente: ¿qué pasa con los niños que crecen rodeados de ese tipo de ambiente? ¿Qué pasa con los niños abandonados, maltratados o víctimas de abuso?

Se puede resumir en que estos niños no aprenden a regularse por sí mismos porque nadie les regula externamente. No es que no quieran, es que no pueden. Sus estructuras cerebrales más “avanzadas” o “nuevas”, las que les ayudan a controlarse (la corteza), no se pueden desarrollar de manera adecuada puesto que su cerebro emocional está siempre activado. Y está activado por dos cosas: en primer lugar porque los niños necesitan de figuras de apego que les protejan de un mundo cambiante y desconocido, al tiempo que necesitan regulación de sus propias vivencias desagradables y/o básicas, esto es, que por ejemplo alguien les alimente cuando tengan hambre. La segunda razón es que viven en constante alerta.

Pensemos un momento en ese niño adoptado, que en su primera infancia fue agredido sistemáticamente, quién sabe si también abusado o violado. En estos dramáticos casos el contacto humano no es solo deficiente, lo cuál ya es suficiente para que el cerebro se desarrolle de manera «errónea», sino que también es peligroso. En muchos casos la figura que abusa de ellos es la misma que les protege o da cariño en otros momentos (pensemos en el familiar que durante el día juega con los niños pero de noche les realiza tocamientos sexuales). Esto produce una paradoja para el joven cerebro del niño. Es una situación donde se juntan la necesidad de ser protegido por la figura de apego, el amor que sienten hacia ella y los momentos buenos, con el miedo, el terror y las sensaciones desagradables que le produce en otros momentos del día. Los cerebros de estos niños deben vivir el día a día en defensa, puesto que el peligro es constante pero sobre todo, impredecible.

Es por esto que el cerebro de un niño con trauma crece de manera diferente a otros cerebros. Sus estructuras corticales (las que le ayudan a controlarse), están influidas por estructuras más primarias y emocionales. Muchos de estos niños son diagnosticados de TDAH o trastornos similares, pero la realidad es que hay trauma en su historia, y debe ser trabajado.

 

Centro Noguerol. Solución al Maltrato

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