El apego es un término que hace referencia a la forma que tenemos de relacionarnos con otros, creado por John Bowlby. Se desarrolla desde la infancia, siendo los progenitores o cuidadores principales nuestra figura de referencia y quien nos ayuda a relacionarnos con nuestro entorno. No obstante, este es permeable, es decir, modificable por la experiencia de la relaciones que establecemos con nuestra familia, amigos, parejas, etc. Podemos encontrar y clasificar diferentes tipos de apego:
Apego seguro: se genera cuando el niño sabe que su cuidador no va a fallarle, se siente querido, aceptado y valorado. El cuidador es constante en su cuidado y protección.
Apegos inseguros:
Apego ansioso: se genera ante la ausencia de cuidados de forma intermitente del cuidador al niño, es decir, a veces atienden a sus necesidades y a veces no. Esto provoca que este busque constantemente la aprobación y validación de los demás. A menudo requieren de otros para hallar la calma y la seguridad, del mismo modo, tienen tendencia a la dependencia emocional aunque no necesariamente la desarrollen.
Apego evitativo:
se genera ante la ausencia de cuidados, al igual que en el apego ansioso, solo que esta vez de forma se produce de forma constante. Esto provoca qué el niño deje de buscar aprobación y validación en otras personas, y lo hagan respecto a su competencia, logros y/o autosuficiente. A menudo, no expresan emociones, no se muestran vulnerables y les cuesta mantener relaciones sentimentales.
Apego desorganizado: Se puede considerar como la sumativa del apego ansioso y evitativo. Suele estar causado por la experiencia de traumas, especialmente durante la infancia, en contextos qué supongan un peligro para la persona como el abuso sexual, maltrato fisico y psicologico, etc. Se caracterizan por una gran desconfianza hacia otros y suelen tener miedo al abandono pero a la vez les da miedo intimar, provocando relaciones muy inestables de amor-odio.